Había un Señor que vivía en el siglo 14 una vida muy corrompida, andaba de fiestas en fiestas teniendo muchas mujeres y llenándose de comida todos los días y eso le hacía engordar cada vez más. Tenía problemas por todas partes, la gente a su alrededor ya se molestaba mucho con su forma de vivir. Un día tuvo un enfrentamiento con su vecino. Después de varios días de pelea, el vecino le demando a este señor y lo mando arrestar, y allí en la cárcel mandó a construir una pequeña celda bien especial: Su celda tenía las ventanas abiertas, una puerta estrecha desenganchada donde el señor podía escaparse fácilmente y ser libre. Sin embargo, la corpulencia de este le impedía escapar de la celda. Él vecino le dijo que podía ser libre tan pronto que el baje de peso y pase por la puerta estrecha.
Pero al mismo tiempo usaba una estrategia mandándole todos los días comidas deliciosas a su celda. El Señor cayó a la tentación pensando que algún amigo le mandaba la comida y se olvidaba de la puerta estrecha que podía ser su libertad, y envés de luchar por ella, disfrutaba de las deliciosas comidas y se volvía cada día más grande, pasando 10 años en la celda abierta.
Muchas veces le parecemos a este señor que está en la celda. Estamos atrapados en algo, y a la vez tenemos la posibilidad de ser libres, pero hacemos lo contrario. Nos llenamos cada vez más de cosas supuestamente deliciosas, pero que nos tienen atrapados y sin poder salir adelante.
La Biblia misma nos hace recordar en 2 Pedro 2:19 lo siguiente: Les promete libertad, cuando ellos mismos son esclavos de la corrupción, ya que cada uno es esclavo de aquello que lo ha dominado. Muchas personas son prisioneros de sus propios deseos, pasiones y vicios. Se nos promete la libertad, pero nuestro apetito es más fuerte y nos induce hacer cada vez más de lo que no quisiéramos hacer; la pornografía, la pasión desordenadas, el de ir al shopping, los reconocimientos públicos, la tecnología, la comida en exceso, el alcohol, las drogas y muchas cosas más le encadenan a las personas donde dejan una sed insaciable.
Jesús nos da la libertad, pero además nos advierte de las falsas promesas, que el sistema y las personas del mundo nos ofrecen diariamente. El mismo Jesús te hará libres de todo tipo de adicciones, placeres y luego satisface nuestra sed con su profunda paz.
¿Es la libertad para vos una vida en la que solo sigues tus propios deseos?
¿Entregarías a Jesús los placeres, vicios ataduras que no te permiten avanzar, y así que él te pueda ayudar?
Te animo a resistir a la falsa promesa de libertad que el mundo te ofrece y que te llevará a un libertinaje, como dice en Gálatas 5: 19-21 que la inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismo y envidia; borracheras, orgias, y otras cosas parecidas. Que los que practican tales cosas no heredaran el reino de Dios.
Déjate guiar por el Espíritu Santo. Pablo escribe en los versos 22-23 de Gálatas 5; Porque el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.
Ora a Dios, diciendo te doy gracias por el privilegio que tú me das de ser libre. Has mandado tu Hijo Jesucristo para darnos libertad de los vicios y pasiones que destruyen y de la condenación eterna. Ayúdame a no ser atrapado de mis propios deseos y pasiones. Dame la fuerza de rechazar la libertad que me ofrece el mundo diariamente. Y guíame con tu Espíritu, Amen.
Heriberto Ayala
Colaborador de ENCUENTRO