Soy padre de dos hermosos hombres y de ellos he aprendido mucho, pero en esta ocasión rescataré dos cosas.
Una: Que las promesas hay que cumplirlas.
Dos: Hay que valorar del tiempo que tenemos a nuestros hijos.
Mi hijo David es el mayor. Está casado, tiene dos hijos, trabaja como profesor en un colegio y además me ayuda en la producción de nuestros programas radiales. David creció viendo que papá salía a conferencias o retiros cada dos o tres semanas.
En una ocasión, regresando de una actividad evangelística en Perú que había sido muy intensa (lo recuerdo bien), yo estaba totalmente agotado. Después de abrazar a mi esposa e hijos, David me dijo: “Papito ¿vamos a jugar al parque?” Lo abrasé y le dije: “Hijo, estoy muy cansado pero mañana, hijo, iremos a correr y jugar al parque”. Me besó y se fue.
Al día siguiente muy temprano en la mañana, David vino a mi cama; me tocó la cara y me dijo (todavía puedo ver sus ojos vivaces): “¡Papito, hoy es mañana!” ¡Qué gran verdad “HOY ES MANANA”! Vamos a jugar, a correr, a salir con esos seres que más amamos.
Mi segundo hijo se llama Daniel. Él terminó sus estudios y pronto se va casar. Recuerdo que a los 12 años, Daniel me pidió que hiciéramos tiempo para ir de pesca. Yo nunca había pescado, pero le dije que sí; que iríamos algún día juntos a pescar.
Pasaron los días, los meses; pasó todo el verano y no fuimos. Yo seguía ocupado con mi trabajo y mis viajes. Después de un año, cuando yo ya había olvidado mi promesa, un día sonó el teléfono en la oficina.
“Papi” era Daniel. “Papi, yo estoy aquí en el almacén de deportes. Saqué toda mi plata ahorrada y mamá y yo estamos listos para comprar una caña de pescar. Hay una buena de venta especial. Tienes que venir a ayudarme a tomar la decisión.”
Abandoné mi agenda del día y salí para ayudar a mi hijo a tomar la decisión. Los hijos siempre necesitan del padre, así el mundo nuestro resulta más interesante. Creo que por eso Dios lo diseño así.
Mientras manejaba rumbo a la tienda, esto era lo que meditaba “¡Que actitud de fe y de perdón de este niño! Aunque yo no cumplí con mi promesa, él ha decidido sin rencor que es importante ir a pescar con papá.”
Esa misma semana fuimos a pescar por primera vez acompañados por un amigo experto en pesca. Esta mañana, en el lago, experimenté la brisa y el soplo de Dios; éramos entre cuatro pescadores, tres de nosotros tratando de enseñarle a Daniel como pescar. Pasaron las horas y ninguno de nosotros logro pescar nada, parecía que no había ni un solo pez en aquel hermoso lago.
Antes de retirarnos al almuerzo, Dios nos sorprendió con un regalo especial y así recompensó la actitud de mi hijo dándole el primer pescado del día. Todos aplaudimos y yo abrasé a Daniel y le dijo, “¡Dios te ha hecho un gran pescador!”
¡Dios es maravilloso! Que sabroso que este verano estoy rodeado de mi esposa y de mis hijos y nietos. “Gracias, Dios, por regalarme la familia que me has regalado.”
Enfrentemos el futuro con esperanza, Dios está vivo. ¡Regalemos a nuestra familia lo que más desean – nuestro tiempo y nuestro amor!
Ernesto Pinto
Otra experiencia que tuve como padre: Les invito a escuchar «La historia de Panchito» :