Siempre que hablamos de Navidad vienen a nuestra memoria innumerables sentimientos encontrados: la nostalgia de los seres queridos que ya no están con nosotros, el balance de fin de año con los proyectos o metas que se alcanzaron y los que no… La reflexión de lo rápido que se ha pasado el año y se va la vida…
Estas fechas tienen la particularidad de movilizar nuestro interior, nuestra espiritualidad…
Algunos utilizan el 24 de diciembre, conocido también como Nochebuena para hacer “pactos” y lograr ciertos “poderes” aparentemente buenos e inofensivos, tales como: “curar” empachos, ojeaduras, etc.
Pero los hijos de Dios honramos a la llegada de Quien nos ha dado la Vida en el amplio sentido que implica esta palabra.
“Yo he venido a dar VIDA y vida en abundancia”, nos dice Jesús. Él, Quien dejó todo privilegio para acercarse a nosotros y padecer por sí mismo la fragilidad de esta humanidad caída que necesitaba desesperadamente un SALVADOR.
Una humanidad que anda errante, confundida, desorientada… Sin importar el color de piel, posición económica o social y necesita ser salvada del pecado y de la desolación que significa vivir separado de Dios: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer.” Juan 15: 5 LBLA
Como lo dice su Palabra, Dios es bueno y no quiere que NADIE se pierda por eso acude a nuestra ayuda. Es un Dios cercano que ha padecido “en carne propia” la vulnerabilidad que significa esta frágil humanidad y las limitaciones con las que luchamos en nuestro andar cotidiano. Por eso nos ha mostrado cuál es la forma de vencer y es entregando todo nuestro ser para que sea hecha SU VOLUNTAD y no la nuestra.
¿Cuál será nuestra respuesta a tan glorioso llamado?
Mónica E. Rosas
TEXTO PARA REFLEXIONAR:
8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” Romanos 5: 8