José iba en su nuevo automóvil, un Jaguar a mucha velocidad. ¿La razón? Llegaría tarde al trabajo si no corría.
Su automóvil rojo brillante, era una de sus más preciadas posesiones, cuando súbitamente…
¡Un Ladrillo se estrelló en la puerta de atrás!
José frenó el auto y dio reversa hasta el lugar de donde el ladrillo había salido. Se bajó del automóvil y vio a un niño sentado en el piso.
Lo agarró, lo sacudió y le gritó muy enojado: ¿Quién eres tú? ¿Qué crees que haces con mi auto? Y enfurecido casi botando humo, continuó gritándole al chiquillo: ¡Es un auto nuevo, y ese ladrillo que lanzaste va a costarte caro! ¿Por qué hiciste eso?
El niño llorando, le contestó: «Lo siento, señor, pero no sabía qué hacer, mi hermano se cayó de su silla de ruedas y está lastimado, y no lo puedo levantar yo solo. ¡Nadie quería detenerse a ayudarme!»
José sintió un nudo en la garganta, fue a levantar al joven, lo sentó en su silla de ruedas, y lo revisó. Vio que sus raspaduras eran menores, y que no estaba en peligro.
Luego de verificar que se encontraba bien, miró; y el chiquillo le dio las gracias con una sonrisa que no tiene posibilidad de describir nadie… «DIOS lo bendiga, señor…y muchas gracias» le dijo.
El hombre vio cómo se alejaba el chiquillo empujando trabajosamente la pesada silla de ruedas de su hermano, hasta llegar a su humilde casita.
El ejecutivo no reparó la puerta del auto, manteniendo la hendidura que le hizo el ladrillazo; para recordarle el no ir por la vida tan de prisa que alguien tenga que lanzarle un ladrillo para que preste atención.
Moraleja:
DIOS nos susurra en el alma y en el corazón a través de su Espíritu Santo.
Hay veces que tiene que lanzarnos un ladrillo a ver si le prestamos atención.
Escoge: Escucha el susurro… o el ladrillazo.
Apocalipsis 3:20
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Tomado del Internet