Que hermoso es ver el cambio de colores en los árboles en nuestra ciudad.
Ya llego el otoño, mi época especial de las cuatro estaciones del año.
Me encanta ver como las hojas de los arboles lentamente van cambiando de verde a amarillo, anaranjado, algunas a rojo o marrón, otras a color café. Parece que algunos árboles están muriendo ya que al final del otoño pierden todas sus hojas y se ve como si allí ha acabado su vida.
Pero no es así, sino que al llegar el invierno ellos duermen, y luego cuando llega la primavera es como que se despiertan de su sueño y comienzan a brotar sus lindos retoños con hojas nuevas y algunos de ellos florecen de una manera espectacular.
¡Qué maravilla es contemplar la belleza de la creación de nuestro Señor!
Cuando pienso en el otoño puedo reflexionar que en este tiempo los agricultores -aquí donde vivimos-recogen el fruto de su trabajo en la siembra de sus campos agrícolas.
También nos estamos aproximando al día de Acción de Gracias y es un tiempo de dar gracias a Dios por toda la cosecha de sus campos.
Me encanta ver los templos en ese día como los agricultores adornan el altar con diferentes vegetales de la cosecha que han obtenido, y al traerlo al altar lo hacen con agradecimiento a Dios por haberles dado una buena cosecha, luego esos vegetales y frutas son repartidos entre las personas que deseen llevar algunos de esos frutos.
Que bendición, porque Dios ve con agrado ese agradecimiento de sus corazones, y como ellos reciben de parte de Dios así mismo comparten la bendición con otras personas.
Meditando en el otoño me hace pensar que como seres humanos somos como esa estación, ya que el otoño precede al invierno, y en nuestra vida es como en nuestra edad de adultez cuando precedemos a la vejez.
Mi deseo es que en nuestra vida cristiana podamos ser como ese árbol que su raíz está fundamentada en Cristo y que su hoja no cae.
Salmo 1: 1-3 Bienaventurado el hombre que no anda según el consejo de los impíos ni se detiene en el camino de los pecadores ni se sienta en la silla de los burladores. Más bien, en la ley del SEÑOR está su delicia, y en ella medita de día y de noche. Será como un árbol plantado junto a corrientes de aguas que da su fruto a su tiempo y su hoja no cae. Todo lo que hace prosperará.
Marina Pinto
Escuchen uno de mis programas radiales: En mi angustia clame al Señor.