La oración es una necesidad del alma. De una forma u otra, todos hemos elevado una oración al creador más de una vez. La oración es para el alma como el agua a nuestra sed. No siempre sabemos como orar, pero eso no importa, Dios sabe interpretar los gemidos de nuestro corazón. (Romanos 8:26)
Muchas veces me ha parecido que mis oraciones no cruzan ni el cielo raso. Es entonces que me recuerdo a mi mismo que la oración y mis devociones no debo de basarlas o medirlas con las circunstancias emocionales que estoy viviendo.
El valor de la oración está definido por Dios mismo en su Palabra. (ver Apc.5:8) La oración es una hermosa disciplina espiritual que conecta mi espíritu con lo que debe ser la voluntad de Dios para mi vida.
Desafortunadamente nuestra “macdonalizada” sociedad nos ha acostumbrado a obtener las cosas que deseamos ya (al momento), como por arte de magia. Es decir usted pasa por la primer ventana, solicita lo que le apetece y la siguiente ventana ya le están esperando con el recibo en mano y la comida servida. Eso nos ha llevado a pensar que también podemos “macdonalizar” nuestras peticiones ante el Padre Celestial: Darle órdenes a Dios en vez de humillarnos delante de Él en oración.
La oración NO solo es para pedir, sino también para dar. Siempre que me acerco a la Biblia inquiriendo sobre el tema de la oración, me gusta tropezarme con la solicitud, que en una oportunidad le hizo uno de sus discípulos a Cristo Jesus; “Señor enséñanos a orar” (Lucas 11:1)
Ernesto Pinto
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