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Diseño Original vs Nuestra Versión
¿Te ha pasado alguna vez pensar: si tuviera… si fuera… si supiera… mi vida realmente sí valdría la pena, ciertamente sería mejor?
No sé si te ha sucedido, pero a mí sí. Y en incontables ocasiones, más de las que quisiera recordar… Muchísimas veces he creado con mi frondosa imaginación hermosas historias donde yo era la protagonista, bueno en realidad no era yo… ¿Cómo es eso? Bueno, era una versión mejorada de mí: otro cabello, más altura, un trabajo exitoso, haciendo cosas realmente significativas, en fin un sinnúmero de cualidades con las que he siempre soñado tener.
¿Y por qué sucede esto? Seguramente por falta de autoestima, por no valorar lo que se tiene y sólo enfocarse en lo que falta (o creemos que nos falta).
Así que si te has identificado conmigo, tengo buenas noticias: Dios es más creativo de lo que podamos imaginar y también nos ha soñado, planeado y no sólo eso nos ha gestado en el vientre de nuestra madre, ha diseñado nuestros ojos, nuestras manos, cada parte de nuestro ser. Y además ha planificado un futuro glorioso y de victoria para cada uno de nosotros.
¿Entonces, por qué no lo vivimos como lo que verdaderamente es: algo espectacular? Porque tal vez estamos empeñados en cumplir un plan, un diseño que no es el nuestro, sino uno que nuestra mente elaboró de cómo debería ser. Ahora si pudiéramos, y de hecho ¡claro que sí se puede!, volver al diseño original, es decir, alinearnos a los pensamientos de nuestro Creador y no el nuestro. Si volviésemos al momento en que fuimos gestados en el corazón de nuestro Papá, ¿en qué crees que Él estaba pensando? ¿Qué idea maravillosa piensas que imaginó al crearnos? ¿Al crearte?…
Seguramente nos repetiría lo que dice Su Palabra en Jeremías 29:11:“Yo sé los planes que tengo para ustedes, pensamientos de bien y no de mal a fin de darles un futuro y una esperanza”.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando esta verdad impacta nuestra vida después de algunos aciertos pero de muchísimos fracasos? ¿Cómo volver hacia atrás? ¡Cómo hubiese deseado poder apretar “delete” y borrar todo, para comenzar de nuevo! Poner stop y retroceder mi vida como si fuese una película, y así poder “corregir” ciertos errores, deshacer las partes equivocadas, quitar esos tristes desaciertos… Pero eso no es posible, sólo queda el continuar… Y aunque siempre lo he sabido, también me he preguntado el cómo: cómo se puede volver a armar de nuevo un corazón que estalló como si fuera un vidrio después de un golpe muy violento… Durante mucho tiempo he buscado la respuesta y al fin la hallé:
Dios toma cada pedacito en sus manos y después de mirarlos detenidamente los sopla dándoles nueva vida, ¿eso es posible? ¡Claro que sí! Y donde había un corazón con cicatrices, dolor, un enorme vacío, lleno de temores e inseguridades, Él pone un corazón nuevo, con nuevos sueños, nuevas esperanzas, nuevos pensamientos y un enorme agradecimiento a Quien tanto la amó, brindándole su perdón.
Ese ha sido el caso de la mujer que se menciona en Lucas 7: 36-50, quien lavó con sus lágrimas los pies de Jesús y los untó con ungüento. Mientras los fariseos la menospreciaban por ser una pecadora, Jesús veía un corazón arrepentido y humillado: “Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha limpiado con los cabellos. No me diste beso, mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con óleo; mas ésta ha ungido con ungüento mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados son perdonados, porque amó mucho; mas al que se perdona poco, poco ama.”(vs. 44 a 48).
Si pudiéramos vernos como él nos ve, andaríamos en caminos rectos y no vagando por senderos inciertos, desgastando nuestro cuerpo y pensamientos, sufriendo innecesariamente intentando agradar a los demás para sentirnos aceptados y valorados.
Porque donde el ser humano sólo ve fracaso y desesperación, Dios ve la oportunidad para que nos volvamos a Él para brindarnos un nuevo comienzo: el que ha soñado de antemano para cada uno de sus hijos amados.
¿Te animas a experimentarlo?
Mónica E. Rosas Colaboradora de ENCUENTRO
18/9/16