¿Alguna vez has perdido tu cartera o billetera? ¿Te han robado objetos personales en alguna ocasión? Si esto te ha sucedido, seguramente te hayas sentido despojado; como si te hubieran dejado desnudo al invadir tu privacidad y con ese terrible sentimiento de no saber qué hacer.Hace algunos años atrás, mientras visitábamos un país de América Latina en un viaje misionero, nos detuvimos junto con mi esposo no más de 15 minutos en el camino para comprar una bebida caliente en un restaurante.
Sin darnos cuenta de lo sucedido, continuamos nuestro viaje. Cuando llegamos a destino, dos horas más tarde, comprobamos con terrible asombro que nos habían robado todas nuestras pertenencias personales junto a los equipos del ministerio, del baúl de nuestro auto.
Ambos quedamos paralizados, en estado de shock; sin saber qué decir ni cómo actuar. Lo único que recuerdo es que nos sentíamos como si nos hubieran usurpado o robado nuestra identidad, una extraña sensación bastante difícil de explicar.
Mientras esto ocurría yo pensaba: “¿Cómo es posible que alguien te saque lo que te pertenece, dejándote con esos sentimientos de vulnerabilidad?”
En La Biblia, encontramos un hecho similar en Génesis 27:1-40. Es la historia de Jacob quien robó el lugar de su propio hermano Esaú, aprovechándose de la ceguera de su padre Isaac.
Jacob sabía que Esaú recibiría la bendición por ser el primogénito. Entonces, en complicidad de su madre Rebeca, se cubrió sus brazos y parte del cuello con la piel de una cabra y luego actuó frente a su padre como si fuese su hermano mayor.
Al ser descubierto, tuvo que huir por su propia vida, trayendo dolor y división a su familia.
Así es mis queridos amigos, los delitos traen graves y tristes consecuencias.
Ahora bien, cuando venimos a Cristo cada uno de los creyentes adquirimos una nueva identidad. Tenemos que estar seguros de quiénes somos, ya que el enemigo tratará de quitarnos con insistencia esa identidad celestial. En el libro de San Juan 10:10 leemos que: “El ladrón viene solo para robar matar y destruir”. Satanás quiere destruirnos, pero “Cristo vino para darnos vida y vida en abundancia”
Retomando el relato sobre lo que nos sucedió con el robo les contaré que, a pesar de que fuimos a la policía a poner la denuncia y obtuvimos el video del restaurante; nuestras pertenencias no aparecieron hasta unos meses después. Un pastor que conoce a mi esposo pudo rescatar su maletín de mano cuando alguien le preguntó si lo quería comprar. Cuando él vio que los papeles que contenía llevaban el nombre de mi esposo le dijo que él conocía a su dueño y por lo tanto se lo entregaría a quien le pertenecía. El hombre asustado salió huyendo y así fue como lo pudimos recuperar.
Solamente quiero dejarte un consejo y es que no seas una persona cómplice como lo fue Rebeca, la madre de Jacob, que lo ayudó a encubrir su mentira. Ya que esto traerá consecuencias para ti y para tu familia.
Aprovecho para recordarte algunas de las verdades de quién eres en Cristo que nunca debes olvidar:
1 Tesalonicenses 1:4 “Somos amados y escogidos por Dios”.
Juan 15:15 “Ustedes son mis amigos”.
Colosenses 3:12 “Somos escogidos por Dios, Santos y amados”.
1 Pedro 2:9 “Somos gente escogida, real sacerdocio, nación Santa”.
1 de Juan 5:18 “Somos nacidos de Dios y el enemigo no nos puede tocar”.
La persona segura de su identidad, no podrá ser jamás engañada por Satanás.
Dios te Bendiga.
Marina Pinto.
Encuentro Familiar
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