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¿Qué pasa cuando Dios no me responde?

¿Qué pasa cuando Dios no me responde como espero? Todos nos hemos enfrentado a esta pregunta en algún momento. Reflexioné sobre esto varias veces al observar cómo Dios actuaba en una situación, pero no en otra. ¿Cómo es posible que Dios cure a una persona, pero no al hijo de mi amiga?


Hace algunos años, mi hija pequeña sufría de convulsiones. Fueron tiempos de consultas, estudios e internaciones. Además, padecía un asma alérgico difícil de tratar, ya que no contábamos con un diagnóstico claro. Fueron años de lucha, con días mejores y otros muy difíciles. Pasé noches enteras sentada en la cama, abrazándola para ayudarla a respirar mejor y calmar su tos.


Cuando ella tenía 6 años, me dijo con seguridad: “Mami, Jesús me ha sanado y no necesito tomar más el medicamento”. Me sorprendió su firmeza, pero yo dudé. La había visto tan mal durante tanto tiempo que me costaba creerlo. Sentí una mezcla de emociones: por un lado, el deseo de consultar a la neuróloga infantil para confirmar la afirmación de mi hija, y por otro, el miedo a que mi falta de fe pudiera ser la causa de mi duda. Oré y lo entregué en las manos de Dios.

En la siguiente consulta, la neuróloga revisó los estudios del EEG (electroencefalograma) y nos dijo que podríamos comenzar a reducir la dosis de los medicamentos en un período de seis meses hasta detenerlos por completo. Estos medicamentos debían disminuirse gradualmente para que el cuerpo se adaptara. Mi hija nunca volvió a convulsionar. Estoy profundamente agradecida a Dios por este milagro.


Sin embargo, tengo amigas cuyos hijos nunca se sanaron. Nos preguntamos una y otra vez por qué sucede esto, y es posible que nunca obtengamos una respuesta concreta. Puede ser que Dios nunca nos explique por qué ocurren ciertas cosas. A pesar de eso, Dios sigue estando con nosotros. Él nos ama, nos cuida y envió a su único Hijo, Jesús, para dar su vida por nosotros. Si tanto nos amó, ama y amará, podemos estar seguros de que Él está con nosotros.


En el Salmo 91:4 se nos dice: “…pues te cubrirá con sus plumas y bajo sus alas hallarás refugio. Su verdad será tu escudo y tu baluarte.” Otro salmo que me brinda seguridad es el Salmo 37:5: “Encomienda al Señor tu camino; confía en Él y Él actuará.” Dios nos formó en el vientre de nuestra madre y conocía cada detalle de nuestras vidas mucho antes de que nacieran. Él conocía todas nuestras luchas. Esta certeza me brinda paz, porque Dios ya lo sabía todo y Él no cambia.


Espero que todos podamos encontrar en esta verdad la seguridad de que Dios nos ama y nos cuida. Que podamos confiar en Él con todo nuestro corazón.






Viola Ayala

 

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