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Ya no hay más nada

  • info593312
  • 24 abr
  • 3 Min. de lectura


foto tomada del internet
foto tomada del internet

Transcurrían los días, y el dolor y la incertidumbre cobraban cada vez más fuerza tras el derrumbe de un escenario musical en un país del Caribe. Aquella madrugada, lo que prometía ser una fiesta terminó convirtiéndose en una pesadilla. El techo del local se vino abajo de forma repentina, sepultando a muchas personas, dejando a familias enteras enlutadas y a todo un país sumido en la zozobra, clamando por encontrar con vida a sus seres queridos agonizantes entre los escombros.

Días después, una fotografía fue publicada junto a una frase que estremeció a todos: “Ya no hay más nada debajo.” Esa imagen ilustraba con claridad que la limpieza del lugar había finalizado. Pero para muchos, esas palabras significaban algo mucho más profundo.

"Ya no hay más nada" no solo anunciaba que el lugar había sido despejado y que no quedaban sobrevivientes. También reflejaba, con crudeza, la resignación y la pérdida de la esperanza. Para muchas familias, esa frase fue la confirmación de una realidad desgarradora: que ya no volverían a ver con vida a aquel ser querido que murió en aquella madrugada que se tiñó de luto.

En medio de las tragedias más oscuras y del dolor más profundo, Dios no está ausente. Él es nuestro consuelo, como dice 2 Corintios 1:3-4: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en todas nuestras tribulaciones…”

Aunque la frase “ya no hay más nada” pueda parecer definitiva, para quienes creen, aún hay esperanza. Porque el consuelo de Dios trasciende los escombros físicos y alcanza el alma que llora, ofreciendo una paz que el mundo no puede dar.

Reflexión personal:

1.     ¿Dónde buscamos consuelo en medio del dolor?

En momentos de tragedia, cuando las palabras humanas se quedan cortas, es importante preguntarnos si estamos buscando consuelo en lo temporal o en aquello que trasciende. La promesa del consuelo divino nos recuerda que no estamos solos, incluso cuando todo parece perdido. El salmista declara en el Salmos 34:18, que “El Señor está cerca de los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu.”

2.     ¿Qué aprendemos sobre la fragilidad de la vida?

Una tragedia como ésta nos confronta con una verdad ineludible: la vida es frágil y puede cambiar en un instante. ¿Estamos viviendo con propósito, en reconciliación con nuestros seres queridos, y valorando cada día como un regalo de Dios? El apóstol Santiago lo expresa con profunda poesía en el capítulo 4, versículo 14 “Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.” Con este verso nos recuerda que no tenemos el control del mañana y que nuestra existencia es pasajera. Por eso, vivamos cada día dependiendo de Dios, reconociendo que cada amanecer es una muestra de Su gracia, no una garantía.

3.     ¿Cómo respondemos ante el sufrimiento ajeno?

Cada quien puede emitir su juicio ante una tragedia como esta, señalando cómo, en muchos casos, el ser humano elige priorizar sus propios deseos antes que a Dios, y cómo estas decisiones pueden traer consecuencias dolorosas. Sin embargo, más allá del juicio o las críticas, creo que nuestro deber como cristianos es mucho más profundo: estamos llamados a compadecernos y a llorar con los que lloran, como nos enseña Romanos 12:15.

Más allá de nuestras propias pérdidas o interpretaciones, nuestra misión es ser instrumentos de consuelo, canales de fortaleza emocional y espiritual. Como cristianos, somos llamados a ser portadores de paz en medio de la tormenta.

La pregunta que debemos hacernos es: ¿estamos dispuestos a acercarnos al dolor del otro? ¿A acompañar, orar y sostener a quienes han sido golpeados por cualquier tipo de tragedia? Que no seamos conocidos por señalar, sino por abrazar con compasión, servir con amor y reflejar el corazón de Cristo en cada circunstancia.

 

Por último, No esperemos una tragedia para valorar la vida, abrazar a quienes amamos y vivir con propósito. Y cuando llegue el dolor, recordemos que, aunque parezca que “ya no hay más nada”, aún hay esperanza en Aquel que venció hasta la muerte.

 

Heriberto Ayala

Ministerio Encuentro

 
 
 

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