Las crisis nos recuerdan que si queremos seguir de pie es necesario arrodillarnos y la oración para el creyente es como el agua para los peces.
En nuestra estresada y ansiosa sociedad todo lo queremos rápido, de un modo express. Y es por eso que nuestras oraciones parecen más rezos sin ton ni son, casi como un ritual religioso más.
En esta nota deseo que observemos de qué manera Cristo actuó frente a la crisis, antes de ir a la cruz.
“Luego fue Jesús con sus discípulos a un lugar llamado Getsemaní, y les dijo: —Siéntense aquí, mientras yo voy allí a orar. Y se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a sentirse muy triste y angustiado. Les dijo —Siento en mi alma una tristeza de muerte. Quédense ustedes aquí, y permanezcan despiertos conmigo. En seguida Jesús se fue un poco más adelante, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y oródiciendo: «Padre mío, si es posible, líbrame de este trago amargo; pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.” Mateo 26:36-39 (Versión Dios Habla Hoy)
Hay varias enseñanzas que podemos tomar de la oración de nuestro Salvador, en su hora de prueba.
Observamos que era una oración solitaria, la Palabra nos narra que Jesús se apartó inclusive de sus tres discípulos favoritos.
Mi amigo, en tiempos de pruebas debemos aprender de nuestro Maestro, si oramos en un lugar tranquilo y retirado nos traerá mucha paz.
Sabemos que hay varios modelos de oración: la oración familiar, la oración social, la oración en la Iglesia. Todas estas oraciones son efectivas y tienen su lugar, pero muchas veces el alma nos exige retirarnos y estar a solas con nuestro Padre Celestial.
Cristo lo enseñó de esta manera: «…entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público». Mateo 6:6.
Esta oración es muy preciosa, es ese incienso que elevas a Dios en total privacidad, donde el único que oye es el oído de Dios.
Si revisamos el texto de Mateo, con el cual comenzamos esta reflexión, vemos que Cristo al orar asumió una actitud de completa sumisión. El evangelista Lucas nos relata que se arrodilló, mientras que Mateo dice que se postró, que “cayó de bruces”.
¿De qué modo está nuestro corazón cuando oramos al Señor?
Se dice que en la antigüedad se rociaban de polvo y cenizas, como símbolo de humillación antes de orar. ¿Qué polvo y cenizas deberían cubrir nuestras cabezas?
La humildad nos da un buen punto de apoyo en la oración.
En nuestros días escuchamos oraciones muy prepotentes, dándole órdenes a Dios. Creemos que Dios está en la responsabilidad de responder cada uno de nuestros caprichos. Sin embargo, en esta oración Cristo, que es el hijo de Dios, se sujeta a la voluntad del Padre. Se acerca a Dios como su hijo y en un tono familiar le dice:»Abba, Padre». En lenguaje moderno sería: “Papi, aquí estoy angustiado por el dolor pero vengo para que TU voluntad sea hecha en mí”. Note que no le dice:“¿Por qué tengo que sufrir, si soy tu hijo? No lo merezco”.
En cambio,Jesús expresó: “Que no sea como yo quiero, sino sea según TU SANTA VOLUNTAD. Ayúdame a pasar esta copa”.
Nunca tenga miedo de decir: «Padre mío, escucha mi llanto».
De esta oración aprendemos que hay momentos que están en la soberanía de Dios y sólo nos resta esperar en SU misericordia.
También debo resaltar que esta oración fue perseverante ya que Él oró tres veces. No cesen de orar hasta que escuchen el corazón y la respuesta de Dios.
Cristo nos enseñó también que debemos de ser insistentes en nuestra vida de oración. Dicho de otra manera, debemos de ser atrevidos y perseverantes en nuestras peticiones. Les comparto esta lección de Jesús que encontramos en el evangelio según San Lucas, en el capítulo 18: 1-8.
«Jesús les contó a sus discípulos una parábola para mostrarles que debían orar siempre, sin desanimarse. Les dijo: «Había en cierto pueblo un juez que no tenía temor de Dios ni consideración de nadie. En el mismo pueblo había una viuda que insistía en pedirle: “Hágame usted justicia contra mi adversario”. Durante algún tiempo él se negó, pero por fin concluyó: “Aunque no temo a Dios ni tengo consideración de nadie, como esta viuda no deja de molestarme, voy a tener que hacerle justicia, no sea que con sus visitas me haga la vida imposible”». Continuó el Señor: «Tengan en cuenta lo que dijo el juez injusto. ¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles? Les digo que sí les hará justicia, y sin demora. No obstante, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?»
Sea insistente como la viuda, quien obtuvo gracias a su persistencia lo que con su primera súplica no pudo lograr. Continúe en oración y prepare su corazón para agradecer sus bendiciones, porque Dios está buscando verdaderos adoradores.
Por último, entremos a la oración con confianza porque Cristo intercede por nosotros. Leamos este texto: «Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención» (Hebreos 9:11,12). «Y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura». (Hebreos 10:21,22) .
Sigamos en Oración.
Ernesto Pinto
www.encuentro.ca
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