“Si el Señor te inquieta a interceder por alguien…. ¡Hazlo!
Hoy seguimos con este tema y compartimos el segundo testimonio.
Un misionero nos compartió su historia:
Mientras este siervo estaba sirviendo en un pequeño hospital de una comunidad en África, tenía que llevar medicamentos a otras ciudades. Esto le llevaba dos días de viaje en su bicicleta, por lo que tenía que acampar de noche, a la mitad del camino.
Algunas ocasiones debía pasar por un banco a recoger dinero para comprar más cantidad de medicamentos.
Cierta vez cuando llegó a la ciudad, observó que dos hombres estaban peleando y uno de ellos había sido severamente golpeado. Este misionero, al igual que el buen samaritano, lo curó y al mismo tiempo aprovechó para hablarle de Jesucristo. Luego se despidió y continuó con su camino.
Dos semanas más tarde hizo nuevamente su viaje a la ciudad, allí se reencontró con el hombre a quien había atendido. Este le dijo que él sabía que cargaba dinero y medicinas y que algunos amigos y él lo habían seguido por el bosque. Ellos sabían que iba a acampar y que habían planeado robarle y luego también matarle, pero en ese momento vieron que estaba rodeado de veintiséis hombres armados.
Cuando escuchó esto, el misionero se sonrió y le dijo que estaba completamente solo en el bosque, lo que el hombre continuó diciéndole: “No señor, no fui el único que vi a los guardias, mis otros amigos también los vieron y también los contaron; fue debido a ellos que tuvimos temor y decidimos irnos”.
Mientras este valiente siervo de Dios compartía su impactante testimonio en la congregación de una ciudad de los Estados Unidos, un hombre se puso de pie y lo interrumpió preguntándole si podía decir exactamente qué día había ocurrido eso.
Luego el hombre que había interrumpido dijo lo siguiente: “la noche de tu incidente en África, era de mañana aquí y yo me estaba preparando para ir a jugar golf. Fue entonces cuando fui inquietado a orar por ti, esa inquietud fue tan fuerte de parte del Señor que llamé a otros hombres de la Iglesia para que nos reuniéramos a interceder por tu vida”. Enorme fue la sorpresa cuando este misionero pidió a todos esos hombres que lo habían acompañado en oración que se pusieran de pie, ¡y veintiséis hombres lo hicieron! Fue en ese momento donde él se dio cuenta cuán importante había sido en aquel día, el clamor de aquellos varones en favor de su vida.
Aquí es donde vemos cómo el Espíritu del Señor se mueve en sendas misteriosas: “Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” Romanos 8:27
Si alguna vez oyes tal insistencia, hazlo, no te detengas.