Estando en una ciudad en donde hemos permanecido por algunos meses, mi esposo y yo estamos apoyando a una pequeña Iglesia que recién está comenzando.
El Señor ha llamado a una familia con un corazón de servicio a cumplir el mandato de predicar la palabra de fe y esperanza para muchos que nadie se ha tomado el tiempo de acercarse a ellos y decirles que si hay esperanza para sus vidas.
Hemos acompañado a este Pastor hasta el lugar en donde estos jóvenes viven, un lugar desolado y no muy seguro; pero hemos ido confiando en que el Señor es nuestro protector.
He aquí un grupo de jóvenes fueron invitados a asistir a una reunión en el hogar de una anciana. Al verles por primera vez mi primera impresión no fue muy buena ya que son jóvenes que han estado esclavizados a las drogas y el alcoholismo, y no sabíamos cuál era la intención de ellos al asistir a la reunion.
Ya ha pasado un mes y estos jóvenes siguen asistiendo a cada reunión, y al verlos me ha hecho recordar mi primer amor “Si cuando yo recibí a Cristo” ya que ellos están experimentando ese primer amor. Puedo ver sus rostros lleno de alegría cuando saludan a los hermanos de la pequeña congregación, como siguen la letra de los cantos, como aplauden y como se esfuerzan por encontrar las citas bíblicas con su nueva Biblia que se les ha entregado.
Estos jóvenes me hacen recordar la historia de Felipe y el Eunuco (Hechos 8:27). Nos dice la escritura que Felipe nota que este hombre está leyendo al profeta Isaías; y se le acerca Felipe y le hace una pregunta “¿Entiendes lo que lees?” ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él.” (vs. 31) Este hombre demuestra que estaba deseoso de aprender, así es que le pide a Felipe que le explique las escrituras (32-34). El eunuco preguntó a Felipe de quién hablaba el profeta Isaías.
Si mis amigos así están estos jóvenes rehabilitándose y deseosos de conocer más del Señor y de las sagradas escrituras.
Así como ellos, hay muchos que necesitan que les den una nueva oportunidad, y que crean en ellos y que en el camino encuentren “Felipes” (Hecho 8) que les expliquen lo que ellos no entienden”. (El amor de Dios).
Te animo pues a que decidas ir por esos barrios en donde encontrarás jóvenes que necesitan que les extiendas tu mano.
Recuerda “Jehová es tu protector”
Dios te Bendiga.
Marina Pinto.
Felipe y el etíope
26 Un ángel del Señor le dijo a Felipe: «Ponte en marcha hacia el sur, por el camino del desierto que baja de Jerusalén a Gaza.» 27 Felipe emprendió el viaje, y resulta que se encontró con un etíope eunuco, alto funcionario encargado de todo el tesoro de la Candace, reina de los etíopes. Éste había ido a Jerusalén para adorar 28 y, en el viaje de regreso a su país, iba sentado en su carro, leyendo el libro del profeta Isaías. 29 El Espíritu le dijo a Felipe: «Acércate y júntate a ese carro.»
30 Felipe se acercó de prisa al carro y, al oír que el hombre leía al profeta Isaías, le preguntó:
¿Acaso entiende usted lo que está leyendo?
31 —¿Y cómo voy a entenderlo —contestó— si nadie me lo explica?
Así que invitó a Felipe a subir y sentarse con él. 32 El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era el siguiente:
«Como oveja, fue llevado al matadero; y como cordero que enmudece ante su trasquilador, ni siquiera abrió su boca. 33 Lo humillaron y no le hicieron justicia. ¿Quién describirá su descendencia? Porque su vida fue arrancada de la tierra.»
34 —Dígame usted, por favor, ¿de quién habla aquí el profeta, de sí mismo o de algún otro? —le preguntó el eunuco a Felipe.
35 Entonces Felipe, comenzando con ese mismo pasaje de la Escritura, le anunció las buenas nuevas acerca de Jesús. 36 Mientras iban por el camino, llegaron a un lugar donde había agua, y dijo el eunuco:
—Mire usted, aquí hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?
38 Entonces mandó parar el carro, y ambos bajaron al agua, y Felipe lo bautizó.39 Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor se llevó de repente a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, pero siguió alegre su camino. 40 En cuanto a Felipe, apareció en Azoto, y se fue predicando el evangelio en todos los pueblos hasta que llegó a Cesarea.
Hechos 8:26-40 (NIV)