La creatividad de Dios brilla en cada detalle de la creación. En Génesis 1:31, se nos dice que todo lo que hizo era "muy bueno", una afirmación que cobra aún más significado cuando consideramos que creó al ser humano a su imagen. Sin embargo, a menudo nos encontramos criticándonos a nosotros mismos por nuestra apariencia y capacidades, y en muchos casos, esa crítica se extiende a los demás, incluso a aquellos que enfrentan discapacidades.
Es fundamental recordar que, si Dios creó a cada persona a su imagen pero con singularidades, ¿cómo podemos nosotros, que también somos parte de esa creación, juzgar a otros? Este problema se acentúa especialmente entre las mujeres, quienes a menudo se ven atrapadas en la trampa de la comparación y la inseguridad, sintiéndose menos por no cumplir con los estándares impuestos por la sociedad.
La cultura contemporánea perpetúa una visión distorsionada de la belleza, dictando quién es considerado atractivo y quién no. Sin embargo, si Dios es el creador de toda vida, con una asombrosa diversidad en cada uno de sus seres, deberíamos aprender a aceptarnos tal como somos.
En Salmos 139, se revela la profundidad del amor y la atención de Dios al formarnos en el vientre materno, con un conocimiento previo de quiénes seríamos.
Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. 14 ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas y esto lo sé muy bien! 15 Mis huesos no te fueron desconocidos cuando en lo más recóndito era yo formado, cuando en lo más profundo de la tierra era yo entretejido. 16 Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos. 17 ¡Cuán preciosos, oh Dios, me son tus pensamientos! ¡Cuán inmensa es la suma de ellos! 18 Si me propusiera contarlos, sumarían más que los granos de arena; al despertar, aún estaría contigo.
Este texto de la Biblia nos invita a reflexionar: si cada uno de nosotros es una obra maestra de la creatividad divina, debemos valorarnos y valorar a los demás en toda nuestra complejidad y singularidad. En lugar de sucumbir a la crítica y la comparación, abracemos nuestra identidad como seres creados por un Dios que celebra la diferencia y la belleza de cada uno. Aprendamos a vernos a nosotros mismos y a los demás a través de la lente del amor divino, reconociendo que todos somos reflejos de esa increíble creatividad.
Que Dios les bendiga
Viola Ayala
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